MONA MARIS, DE COMO
UNA GRAN ACTRIZ DE HOLLYWOOD LLEGÓ A TARMA.
Dr. Moisés Tacuri
García
“Lo que más nos aproxima a una persona es
esa despedida, cuando acabamos separándonos,
porque el sentimiento y el juicio no quieren ya
marchar juntos; y aporreamos con violencia
el muro que la naturaleza ha alzado entre ella y nosotros”
Friedrich Nietzsche
Cuando por esas casualidades de
la vida, navegando en ese mundo infinitesimal
de la web, me topé con una historia interesante, una gran historia, que
involucraba a una estrella del cine de los 50’s llamada Mona Maris y a nuestra
ciudad, decidí escribir y transcribir todo lo que encontré de este hecho sin
precedentes.
La pregunta màs obvia que se
hará el lector es ¿Quien fue Mona Maris?, la verdad es que su nombre verdadero
era Rosa Emma Mona María Marta Capdevielle, nacida un 7 de noviembre de 1906,
en la inmensa y bella ciudad de Buenos Aires, Argentina, fue una actriz de cine
que actuó en Europa y Estados Unidos durante el primer período del cine. Fue
conocida en Argentina como “El orgullo de las pampas” y su nombre artístico fue
precisamente Mona Maris, una muy bella mujer que robaba corazones a todos los
varones allá por los años de la Post Guerra, tanto por su dulzura como por su
personalidad.
Su madre era española y su
padre francés. Era tan inteligente y precoz que a los diecinueve años ya
hablaba cuatro idiomas y había recibido educación en Inglaterra, Francia y
Alemania.
Arribó a Hollywood desde Berlín con un
contrato para la empresa cinematográfica United Artists el 31 de diciembre de
1928 de la mano de Joseph Schenck, presidente de esa empresa y a la vez su
mentor y mecenas.
La ambición de Mona de ser actriz se originó
durante la Primera Guerra Mundial cuando era alumna en un colegio de Francia.
Ella y sus compañeras escribían, dirigían, y presentaban
pequeñas obras para entretener
a soldados que estaban estacionados cerca del colegio, destacando claramente en
los roles que ejecutaba. Cuando egresó del colegio, Mona fue a vivir a Londres
con su madre, una mujer que le daba mucha libertad en todas sus actividades. La
visita
a su madre que iba a durar inicialmente
seis meses (toda vez que Mona no vivía con ella) se prolongó a dos largos e
intensos años.
De Inglaterra, Maris viaja a
Alemania. Allí mediante una carta del embajador argentino en Berlín, logra
entrevistar al presidente de la productora alemana UFA y que le hagan una
audición
y una prueba de pantalla. Entonces al apreciar
su gran talento le ofrecen trabajar con un prominente director con un contrato
por cinco años. Aconsejada por su abuela finalmente logra que su familia acepte
esta extraordinaria propuesta y luego de actuar en cuatro filmes, Joe Schenck
le ofreció seguir su carrera en Hollywood.
En esta etapa de su vida tiene
el gran honor y mérito de haber compartido roles estelares en más de cincuenta
películas, en las que compartió el cartel con grandes figuras de la
cinematografía mundial de la magnitud de Buster Keaton, Humphrey Bogart (en el
film clásico "Un diablo con las mujeres"), el admirado por las damas
de entonces Cary Grant (con el cual filma por la famosa compañía Paramount, la
película conocida en español como "El templo de las hermosas" o "Beso
y maquillaje"), trabajó también con
el famoso sacerdote y actor José Mojica ( con el que filmó para la compañía
cinematográfica Fox, "Cuando el amor ríe" en 1931 y en 1932
"Ladrón de amor" y "El caballero de la noche"), Mary
Pickford, la bellísima Rita Hayworth, Bela Lugosi, el héroe de las películas de
época Victor Mature , como se puede apreciar amable lector Mora Maris era toda
una estrella de Hollywood.
Entre otras películas famosas
de las tantas que filmó entre Europa, México y los Estados Unidos se encuentran
otra como co-protagonista o actriz de reparto: "Al sur del Río
Grande" junto a
George Lewis, "Yo, tú y
ella" junto a Rosita Moreno (otra de las dos figuras femeninas de Gardel con
las que también se le relacionó sentimentalmente con el Zorzal gaucho, en ese
film rodaron juntas al lado de un
artista en común, el “Che Carlitos”), "The passionate Plumber" con
Buster Keaton, "Secretos" con Mary Pickford, "Love on the
Run" con Clark Gable y Joan Crawford, "Una cita con el halcón"
con Geroges Sanders, "Volando hacia el destino" con Geraldine
Fitgerald, "Correspondencia Berlín" y otras famosas.
Durante su estadia en Europa tuvo un fugaz matrimonio con Clarence Brown que fracasó y con el ingeniero holandés Harry Geldelman (Personaje que llegaría a relacionarla con nuestra ciudad).
Nunca fue confirmada su verdadera relación con
Carlos Gardel, Cuando Mona Maris fue consultada al respecto, respondió:
"Cuando dejé mi contrato en California para hacer la película “Cuesta
abajo” (con Gardel) nos hablamos y correspondimos mucho. Sí; le puedo asegurar
que hubo una mutua atracción. Era difícil sustraerse a la que él ejercía sobre
todo el mundo, y yo también era muy atractiva (...) y tenía mis pretendientes.
No se crea..." (...) "Con Gardel existió desde un principio un
sentimiento mutuo. Usted sabe que muchas veces por razones de trabajo u otras,
dos personas simpatizan pero las circunstancias impiden que germine la planta.
A veces los sentimientos se bifurcan o los troncha la muerte, como sucedió en
este caso." (Revista Siete Días N° 316, 18/6/1973), sin embargo siempre existirá
el misterio de cual fue su verdadera relación con el Señor del Tango, el Gran Carlos Gardel.
Existen documentos muy amorosos
de Mona Maris con Carlos Gardel que se prestan a la suspicacia si no al mito de
ese amor que nunca ambos lo pregonaron a voz en cuello, ese amor que se aprecia
en el telegrama de la empresa Western Uniòn , de Junio de 1954, que adjunto,
quién podrá sacar sus propias
conclusiones.
Mona Maris Vivió en los Estados
Unidos hasta su regreso definitivo a Argentina a principios de la década del 70
donde decidió radicarse desde un primer momento en la ciudad de San Carlos de
Bariloche. Unos años despúes regresó finalmente a Buenos Aires donde vivió una
larga vejez.
Mona Maris murió de una complicación pulmonar
en Buenos Aires, el 23 de marzo de 1991.
Pero como llega Mona Maris a
Tarma?, el dato histórico y las circunstancias de su llegada, nos lo da el escritor
peruano Juan Gargurevich, Periodista, Decano de la Facultad de Ciencias y Artes
de la Comunicación de la Pontificia Universidad Católica del Perú. También
profesor en la Universidad Nacional de San Marcos en la especialidad de Periodismo
y su historia.
Gargurevich en un muy
interesante artículo publicado en su Blog : “Periodismo, Periodistas,
Periódicos…Esto hay que contarlo…”, menciona una historia curiosa y sumamente
interesante donde se habla de nuestra ciudad y que él titula “La dramática
historia de amor de Mona Maris y el ingeniero holandés”, me parece justo
transcribir y compartir con ustedes, parte de esta increíble historia que reza
así :
“…El chofer sintonizó mejor la
radio y surgió entre los ruidos un tango que entonaba Gardel, el zorzal
criollo…
Recién habíamos iniciado el viaje a Tarma desde
La Oroya y ya los pasajeros cabeceábamos, soñolientos, cuando mi vecino de
asiento, me golpeó suavemente con el codo y me dijo, bajito nomás, en buen
castellano:
-Ah, qué lindo ese tango… Gardel ¿no?, -y añadió:
-¿Sabe? Mi esposa fue novia de Carlos Gardel… y casi se casa con él…
Eramos varios compañeros de trabajo que ante
la imposibilidad de conseguir casa en La Oroya, alquilábamos algo en Tarma, a
una hora de viaje, para estar más cerca de la familia. Había un
par de ingenieros más dos
periodistas de la oficina de Relaciones Industriales, todos empleados de la
Cerro de Pasco Copper Corporation” en aquel naciente 1960. Yo editaba las
revistas “El Serrano” y “El Serranito” y estaba, para mi desgracia, en la
categoría de “soles payroll”, o sea,
sin derecho al cómodo Hotel
Inca (que como se sabe en algún momento era un Hotel exclusivo para la élite de
Oroya conformada por ingenieros y altos funcionarios de la empresa Cerro de
Pasco Copper Corporation, N.de R.).
Al escuchar la revelación todos prestamos
atención, y uno preguntó:
-Disculpe la pregunta ingeniero, ¿y cómo se
llama su esposa?
El ingeniero, un holandés cincuentón, de
claros ojos azules y con actitud de ingenuidad, sonrió ampliamente y contestó,
triunfante, seguro de sorprendernos:
-¡Mona Maris!
Mis colegas se miraron, se encogieron de
hombros y volvieron a dormitar pero yo, culturoso al
fin, gardeliano, había leído
algo sobre sus amores y de la famosa y bella Mona Maris. Y me lancé:
-Y dígame ingeniero, este…, su esposa, la que
está en el hotel en Tarma… ¿es Mona Maris?
-Claro -me dijo. Y añadió con inmenso amor:
-¿No es linda?
Por supuesto que nos había llamado la
atención. Alta, delgada, con porte distinguido, de pelo negrísimo, con aire
lejano e inexpresivo, Mona Maris despedía cada mañana a su ingeniero holandés
en la puerta del Hotel de Turistas de Tarma (Hoy Hotel Los Portales). A veces
vestía pantalones de montar y botas; y siempre hacía un lánguido adiós con un
infaltable largo cigarrillo entre los dedos. De hecho ya le decíamos “la
misteriosa”.
Ya. Pero ¿qué hacía esa mujer, exageradamente
maquillada, casi empastada, una auténtica estrella de cine, de labios y cejas
dibujadas con exactitud profesional, en la lejana, andina y friolenta Tarma?
———————
¿Cómo había ido a parar a Tarma, nos
preguntábamos, una de las fundadoras del star system de Hollywood, Mona Maris?
Simple: era una historia de
amor otoñal, de encuentro de solitarios. Ella tenía cincuenta confesados pero
seguro que eran más; él, por ahí. El holandés era ingeniero metalúrgico y la
había conocido en Nueva York. Poco después de casarse consiguió un trabajo en
el Perú y ella, que conocía Lima, aceptó encantada. Había sido antes agasajada
por los pitucos limeños y sabía de su encanto y largueza… Pero esta vez,
treinta años después, venía a La Oroya, que era otra cosa.
Se horrorizó cuando llegó a su destino pues
para los que no conocen el lugar les contaré que La Oroya era entonces una sola
calle, sucia, encajada a la fuerza en una quebrada estrecha, brumosa, llena de
obreros andinos que a ella le parecían torvos y amenazantes. Al final, una
enorme factoría con grandes chimeneas y humos constantes que era la razón de
ser de La Oroya.
¿Qué podía hacer una estrella de cine en medio
de tanto ruido, mugre e incultura? (La Oroya de los años 60 por cierto, N.De R.).
Y los norteamericanos que
conoció eran un puñado de incultos timberos y borrachitos con mujeres que
tejían al crochet y cocinaban; los peruanos simplemente no existían. Es decir,
lo más lejano de la civilización que alguien como ella pudiera imaginar. Y
entonces por más amor juramentado amenazó con marcharse en el acto.
Bien aconsejado, nuestro amigo la llevó a
Tarma, le enseñó el hotel y la bella aceptó quedarse allí, con las comodidades
de servicio que eso significaba (en los sesentas el Hotel de Turistas de Tarma
construido por nuestro general Manuel A. Odría, relucía de nuevo y con las
mejores comodidades disponibles en aquella época y que persisten hasta la
actualidad , N. de R.), pues como comentaba riendo el marido: “Mona no sabe ni
dónde se compran las cosas…”.
En cada viaje se repetía la rutina. Ella, que
bautizamos como La Esfinge, hacía adiós a su ingeniero y él, tierno hasta el
ridículo, le enviaba besitos volados hasta
que la primera curva lo obligaba a sentarse. Comenzaba entonces a contarnos de
su mujer.
Nos dijo, por ejemplo, que no
sólo había tenido amores con Gardel cuando filmaban “Cuesta Abajo” sino también
con Humphrey Bogart y Victor McLaglen, dos rudos del cine; que había besado
hasta el pecado en otra película a Fray José Mojica, a quien habían visitado en
el convento de San Francisco, en Lima; que era argentina criada en París; que
no se llamaba así y que su nombre verdadero era Rosa Emma; que estaba sola en
el mundo; y que la amaba
profundamente, que le decía “mi
monita” pero que ella, ahí, se aburría y quería irse.
Todos seguíamos sus monólogos y nos percatamos
de que nuestro simpático y locuaz amigo perdía el humor en cada bache de la
carretera y lanzaba ayes apagados. ¿Porqué? Padecía de hemorroides, las
almorranas lo estaban matando. “Tiene que operarse en el día” le decían los
médicos pero él temblaba de miedo.
“No, no puedo, y además, qué pasaría con mi
Monita… se quedaría solita aquí..” -arguía, pidiendo apoyo.
————–
Uno de esos lunes fríos y lluviosos, cuando
recién amanecía, el holandés aguardaba el ómnibus muy abrazadito de Mona, de su
Monita. Pero esta vez había una variante: ella estaba ¡sin maquillaje!
Era un espectáculo extraño pues no se parecía
en nada a la estrella de cine sin patas de gallo que habíamos visto y conocido
por semanas. Ojerosa, despeinada, ayudó a su marido a treparse al bus y se dirigió
a mí con su raro acento medio argentino medio afrancesado:
-Por favor señor, amigo, yeveló al Hospital,
está muy mal, no hay teléfono en el hotel, no conseguimos un auto, yeveló…
Los pasajeros nos solidarizamos con el
holandés y le prometimos a la Esfinge que lo llevaríamos al hospital de la
empresa, Chulec, a la entrada de La Oroya viniendo de Tarma.
El viaje fue una tortura para el gringo, que
tenía una almorrana reventada y sangraba; llegó a manchar al asiento. Estaba
pálido y tembloroso cuando por fin llegamos y entramos con carro y todo a
Emergencia luego de convencer a los huachimanes de la gravedad del asunto; y
ahí lo dejamos.
No lo vimos nunca mas en la parada tarmeña
(Paradero a Tarma ubicado en la Oroya, N.de R.)). ¿Qué pasó?
Ese mismo día, Mona Maris, harta de la
situación que contrastaba con el estilo de vida que alguna vez tuvo, hizo
maletas y se marchó a Lima y luego a los Estados Unidos.
El marido estuvo unos días hospitalizado y
cuando volvió a Tarma sólo encontró una breve nota de amor y de adiós.
Fue un triste final que me contó cuando, casi
de milagro, coincidimos en la estación del tren que partía hacia Lima. Llevaba
varios bultos y maletas (“la ropa de Monita”) y casi sollozaba al recordar
aquellos días felices.
No pude decirle nada. Sólo atiné a darle un
abrazo…
El maestro Gargurevich
concluye:
…Escribiendo esta historia busqué ” Mona
Maris” en Internet y encontré muchas referencias al film con Gardel, y una
entrevista. Había sido redescubierta por la prensa, en 1986, a raíz del asalto
a un Banco. Varios cofres de seguridad fueron abiertos y saqueados y cuando
llamaron a los dueños a la delegación policial, una viejita elegante y educada
dijo que allí atesoraba obsequios de Carlos Gardel porque ella era Mona Maris,
aunque todos en el barrio la conocían como Rosita Capdeville.
Los periodistas deliraron con su hallazgo y
ella contó, habló sobre Gardel y aunque no afirmó nunca categóricamente que
había sido su amante, dijo maravillas sobre lo “machazo” del zorzal..
Monita murió en 1991. Y también encontré una
breve biografía en la que, al final, se lee: “Ya retirada del cine viajó a Perú
donde se casó con un holandés millonario”.
Claro, no se podía imaginar a
una estrella de cine argentina casada con aquel ingeniero pobretón que abandonó
en Tarma. Tenía que ser un cinematográfico magnate…”
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A raíz de esta conmovedora pero
amena Historia de amor que involucraba a Tarma, decidí acercarme al Hotel los
Portales, otrora Hotel de turistas de Tarma, a ver si encontraba alguna pista que
corroborara esta historia, siendo recibido gentil y muy gustosamente por su
Gerente, el cual me llevó a la habitación más amplia del hotel, una habitación
con aires de modernidad pero que aún mantiene su señorío, la habitación 224 habitación donde también nuestro General Odría
se alojaba cada vez que venía a Tarma,
también llamada la suite Presidencial, era una habitación muy amplia y
cómoda donde suelen alojarse las personas ilustres que llegan a nuestra ciudad
y de hecho era la habitación que Mona Maris compartía sus días con su esposo,
Nos abren paso elegantes puertas
señoriales de la época del General Odría, un comedor lleno de mesas torneadas y
finas, hermosos cuadros así como ornamentales lámparas colgantes de cristal,
estructuras que pugnan por hablar y
contar su versión de la presencia de esta gran estrella del cine que se codeó
con los mejores actores de cine de su época y robó el corazón de Carlos Gardel y
que vino precisamente a cobijarse bajo el cielo de Tarma en esos años
sesenteros.
Al atravesar el umbral de la puerta principal
del Hotel se puede sentir la presencia perfumada de la famosa actriz de cine
despidiéndose de su alguna vez amado Ingeniero Holandés, enfundada en su jean
vaquero y un cigarrillo en las manos cuyo humo, veleidoso y cambiante como su
vida, el viento y el inexorable tiempo se lo llevó ….
MONA MARIS (VIDEO)